Si se habla de que es una crisis cultural, ¿de qué se trata? (Segona part)

 


 (la primera part d'aquest escrit  va entrar al blog el 16-11-2022)

II. Algunos aspectos intempestivos de esta crisis cultural

Si se afirma que habitamos culturalmente el mundo, que nos hemos dado un modo de habitar el mundo, de hacerlo habitable humanamente (ver blog, 17.04.20: “A cuestas con la crisis que viene de lejos”), la cuestión entonces es de qué hábitat cultural se trata y que además está hoy en crisis. Un orden cultural del cual venimos y estamos hechos, que ha configurado nuestra existencia, nuestro modo de ver, sentir y estar en el mundo, que no podemos eludir si pretendemos cualquier alternativa o cambio. Apunto brevemente algunos aspectos, tal vez poco correctos pero básicos, que esta cuestión nos demanda:

 

1. Es una cuestión que afecta a toda la sociedad, a la gente, a la ciudadanía.

No es asunto solo de los políticos ni de la política sino de toda la sociedad que afecta además a la propia subjetividad de cada uno, ininteligible sin esta relación con esa matriz cultural que nos habita. Todos estamos cortados por ese mismo patrón cultural moderno, hoy globalizado. Por tanto, es un asunto de la sociedad, de la gente, lugar de producción, reproducción de ese hábitat cultural que sostiene y legitima el orden político formal establecido. El problema de fondo no es, por fin, dejar constancia de ello sino que esta sociedad nuestra y cada miembro de ella ya no se pueden entender a sí mismos sin esa relación a esta matriz cultural y no tanto a su expresión política visible. Así ocurrió con el proyecto político genocida nazi que no fue posible sin un humus cultural colectivo en el que se incubó y del que nadie ha quedado ajeno pues afectó a toda la humanidad.

Esta implicación colectiva queda reflejada por el filósofo social A. Honneth en su obra “Crítica del poder” cuando dice: “Este esquema (dualista: poder/gente) lo considero muy problemático, porque deja en la sombra las razones que impulsan a las masas a entrar en el juego, a participar, a sostener el sistema. No se puede salir de esta polaridad unilateral poder dominante/masas dominadas más que teniendo en cuenta las interacciones (implicaciones) sociales y no por una visión unilateral del poder que se ejerce exclusivamente del arriba abajo”.

En la tradición occidental moderna, el cemento cultural-político de este hábitat que les aúna a todos es el de una cultura basada en la delegación periódica de la conciencia y libertad (como se da cuando las votaciones), en la dejación de responsabilidad en manos de los representantes y en la asunción del papel de beneficiarios o sufridores de las consecuencias inevitables y perversas de un sistema que hoy amenaza las condiciones mínimas de supervivencia de una gran parte de la sociedad. Es la sociedad, quien mediante el uso y el consumo, la que sostiene esa realidad política tanto en su práctica como en la justificación de la misma. Por eso ya no basta la indignación o la crítica al poder que condiciona e impone una determinada visión, legitimación o relato ni la denuncia de la corrupción, incapacidad o insolvencia de la política, sino que se requiere afrontar la relación de la gente, de la sociedad con ese sustrato cultural que sostiene este estado político de las cosas como algo natural, necesario, irremediable.

Esta crisis cultural marca precisamente el fin de la inocencia colectiva o del autoengaño colectivo que revela una evasión de responsabilidad que interpela a todos.

 

2. Es una cuestión del orden cultural.

Es decir, afecta a la instalación cultural, a su estabilización y naturalización no neutral, bajo cuya lógica ejercemos y reivindicamos nuestras libertades y derechos. Y sobre todo afecta a la justificación que construimos de dicha instalación cultural.

Cabe señalar que el orden de lo cultural no es el mismo que el orden de lo político y no se le puede pedir lo que no le corresponde. El orden cultural tiene que ver más con el orden de la comprensión, de la representación de la realidad, del significado de la experiencia del vivir, que con el orden de la intervención práctica propio de la política, de la cosa pública. Tiene otro tiempo, el tiempo largo, el de la trasformación de fondo, el de los fundamentos que afecta a toda la existencia, a la forma de entender nuestra relación con la historia, con el mundo y esto si se toma en serio es inviable e irreductible al corto plazo de la práctica política como la conocemos. Sin embargo como afirma el filósofo R. Mate, es “en este nivel cultural donde debe librarse las gran batalla respecto a la crisis que nos inunda” y también el sociólogo D. Bell: “la debilidad de esta sociedad no radica en su economía o en su política, sino en su sistema cultural y concretamente en la pérdida de su idea y principios morales indispensables”.

En contraste, es en este orden cultural preciso donde hoy se plantea también la competencia política, en la llamada “guerra cultural” identitaria; pero ahora, de modo perverso, para hacerse políticamente con él, imponiendo un discurso que ampare, justifique el poder político partidario y excluyente.

 

3. Es una cuestión de fundamentos, de prioridades valorativas.

Tiene que ver con su capacidad de justificar, de priorizar unas finalidades, unas valoraciones que rompen toda neutralidad axiológica o consensualismos universalistas abstractos. La crisis actual sistémica, interactiva, ya no va solo de malas prácticas, políticas sociales u otras, derivadas de un sistema sospechoso que se resuelvan con códigos éticos de buenas prácticas. Como crisis sistémica exige revisitar los fundamentos, la lógica interna sobre los que se sostiene; es decir, el ámbito de sus prioridades valorativas, de sus finalidades y no solo el de denuncia de los déficits o errores a corregir o el de la descripción aséptica, científica, objetivista, de sus componentes estructurales universales, o procedimentales abstractos, presentados como componentes neutros, técnicos, instrumentales inmunes a las contradicciones del tiempo e impunes a la finalidad de su utilización real.

Ese ámbito matricial de preferencias valorativas de alcance público, de relevancia política, es de un orden de realidad distinto al meramente instrumental, procedimental o técnico; es el orden de la fundamentación de la existencia. Y ese orden cultural es el que está en crisis como se constata en la historia occidental del siglo XX.

 

4. Orden cultural en crisis.

Si habitamos culturalmente el mundo, como decía al inicio del escrito, hemos de reconocer que este modo de habitar el mundo que nos hemos dado en occidente, heredero del proyecto humanista e ilustrado, se ha sostenido y sigue sosteniéndose en el olvido, el desentendimiento, en la ocultación de ese lado oscuro que le pertenece: el de la participación histórica en el sufrimiento y daño social. Y en el rechazo a vernos vinculados con ese lado terrible de la historia, en buena medida debido a que ese ideal humanista e ilustrado de humanidad, de progreso, de emancipación del individuo era inconcebible e incompatible con esa cara. Nos hallamos, pues, instalados en un orden cultural sin memoria, sin esa memoria. De ahí la irrelevancia cultural y política de ese lado oscuro, el de barbarie en la historia.

Pasar por alto esta constatación histórica hoy, como si no hubiera ocurrido, en un contexto de globalización es engañarnos sin necesidad, sea reduciendo la crisis a una abstracción que pasa por encima de las vidas que se lleva por delante por inútiles o convirtiéndola en un episodio más que con el tiempo superaremos, sin reconocer los costes sociales y humanos sobre los que se ha construido.

¿Qué cultura será capaz de hacerse cargo también de ese lado oscuro, que sigue vigente hoy? ¿Cómo hablar hoy de los valores humanistas, ilustrados de libertad, igualdad, fraternidad, a la vista del olvido y de la irrelevancia de esa historia de producción de sufrimiento y daño social, es decir del fracaso de la razón occidental, del proyecto ilustrado moderno de humanidad?

EM

27 diciembre 2022


 

Comentaris

Ramon Gabarrós ha dit…
Aquest interessant escrit d'EM és ocasió per obrir aquí un bon debat entre els lectors. L'obro amb la confiança de que sortiran persones que hi voldran dir la seva i s'iniciarà aquest diàleg obert amb el text mateix i també amb els altres participants. És clar que tenim impediments per fer-ho, potser la por de dir incongruències i suposo que també l'hàbit que tenim de llegir moltes coses diverses sense entrar a fons en cap d'elles i sense haver-nos-hi de comprometre gaire. La voluntat de participar en un debat implica el compromís de llegir detingudament i amb molta atenció el text i l'esforç per esprémer-lo.
Convido, doncs, a vèncer dificultats inicials i a participar-hi activament. Jo em poso a la feina des d'ara. I que ningú no pateixi, que aquí es respectaran totes les expressions i postures, només ens exposem a que es posin en qüestió els nostres punts de vista, però això és molt sa.
Ramon Gabarrós ha dit…
Ens mantenim en l'engany i la ocultació. Realment Auschwitz és una explosió a gran escala que ens fa tornar ben enrere i que desfà de soca-rel l'edifici cultural construït els últims segles. Però tot es manté encara a través de l'ocultació i de la pèrdua de la memòria que podria permetre reaccionar i anar a un canvi cultural radical. Hem de fer que aquesta crisi no es resolgui en fals altra vegada. La crisi és la gran oportunitat que ens queda i no podem deixar de posar-la constantment sobre la taula.
El mateix doble text d'EM ens dóna peu a una doble reflexió que podem iniciar en aquests comentaris: per una banda cal reflexionar sobre per què es produeix l'Holocaust i per l'altra aprofundir en la proposta de posar el sofriment de les víctimes com a qüestió central i veure on ens ha de portar.
Sembla que parlem d'una qüestió nuclear que ja no admet demores ni excuses.
Ramon Gabarrós ha dit…
Vull deixar constància de tot el monstruós silenci que envolta la història de la repressió a tots els nivells que venen a justificar els grans genocidis de la humanitat i tots els crims comesos pels poders establerts i la permanent justificació de la injustícia i de la violència envers les víctimes. A través d’aquests monstruosos silencis i ocultació s’han anat justificant les constants violacions dels drets de les persones i dels seus sofriments en el decurs de la història.
Volem ressaltar que aquesta constant justificació i oblit provenen de les més altes instàncies de la filosofia i del pensament de tots els temps. És primordial denunciar-ho a tots els nivells si realment pretenem anar a una altra cosa.
Avui em serviré d’un text de Reyes Mate que forma part del seu llibre Tratado de la injustícia. Ens mostra la postura de Hegel i de Nietzche davant d’aquesta qüestió tan fonamental:
Al parlar de la invisibilització de les víctimes diu:
Colocar en la bases de una comprensión de la justícia la memòria de las víctimes es un proyecto sembrado ciertamente de peligros. Su peligrosidad procede precisamente de la presencia de unas figuras que siempre han estdo ahí, però eran invisibles. El peligro viene por osar atacar las estrategias de ocultación.
Víscimas ha habido siempre, però han sido invisibles, es decir, in-significantes. Hegel, al rehacer el camino por el que ha transitado la humanidad en su proyecto de humanización de sí misma, constata sin dificultad que la historia ha sido un matadero. De ello dan fe la memòria de los pueblos, los relatos míticos y la pròpia historia. Significativo es que la primera muerte de la que habla la Biblia sea el asesinato de un inocente; y llamativo es el entusiamo con el que la Ilíada habla de la violència. ¡Si describe las heridas en el cuerpo humano como si fueran una obra de arte! Siempre hemos sabido que había víctimas.
Lo sorprendente es la inversión de medios materiales, intelectuales o espirituales para hacerlas invisibles. Hegel, como hemos visto, ni se despeina ante una barbaridad como la que rescribe. Al fin y al cabo lo que ha hecho la humanidad, dice, es caminar erguida, progressar contra viento y marea, aunque esto haya supuesto “aplastar muchas flores inocentes”. No hay por qué asustarse. La histotia, convocada por la filosofia en calidad de tribunal superior de la razón, absuelve a la humanidad de todos los crímenes que han jalonado su marcha triunfal porque, visto en conjunto, la aventura ha valido la pena.(...)
El costo de la historia, esas florecillas pisoteadas al borde del camino, no son asunto menor puesto que se refieren al sufrimiento de la mayor parte de la humanidad. Podría esperarse de la filosofia que se detuviera un instante ante el sorprendente hecho del sacrificio de tantos para el beneficio de tan pocos. En su lugar encontramos férreos discursos, empezando por el propio Hegel que justifica la barbarie en nombre del progreso, y siguiendo por el de Nietzsche que entroniza el Olvido, pregonando que para vivir hay que olvidar; “quien no sepa asentarse en el umbral del instante, olvidándose de todo el pasado, ese tal jamás sabrà lo que es la felicidad. (...) Para ser feliz, o simplemente para vivir, hay que pasar pàgina, como el animal.. La filosofia ha echado su cuarto a espadas en esta carrera de invisibilización de las víctimas. (...)
Claro que hay quien ha levantado la voz. Dostoievski, por ejemplo, tenia claro que “el llanto de un solo niño no justifica ningún orden cósmico”; y más recientemente , Emmanuel Levinas resumía la razón de ser del judaismo en la modesta vocación de “poder juzgar la historia, desde la afirmación del valor absoluto del individuo”. Pero eran voces aisladas. Lo que dominaba eran apologías del olvido, frivolización del significado del sufrimiento y estrategias políticas de amnistia encaminades originariamente a promover el olvido por el severo camino de castigar el recuerdo.
EM ha dit…
Ramon en sus comentarios recientes nos invita a una reflexión compartida en torno a nuestra época en crisis o en torno a la crisis radical, estructural de nuestra época que venimos padeciendo hace décadas, como una oportunidad que hay que aprovechar y que además se hace ineludible.
Para ello remite al momento extremo de desmoronamiento del orden cultural occidental hoy en crisis: Auschwitz, cuando el edificio cultural occidental, herencia del Humanismo y la Ilustración fue incapaz de dar respuesta a la barbarie de occidente del siglo XX. Es una referencia fundamental, imprescindible para descifrar lo que nos pasa hoy, pues nosotros también somos herederos, lo sepamos o no, de ese legado perturbador que allí tuvo lugar y que puso a prueba la consistencia de esa tradición cultural forjada durante siglos.
Quisiera contribuir a ese itinerario reflexivo propuesto por Ramón que pueda animar a un debate sereno, abierto, sin prisas, tentativo pues nadie tiene la verdad garantizada pero sabiendo de ya no podemos escamotear el desafío común de la crisis actual.
De entrada unas constataciones a problematizar:
1.Lo que llamamos crisis estructural de nuestra época, cuyos perfiles habrá que ir precisando, no es algo llovido del cielo, algo natural y por tanto necesaria e inevitable, ni cosa de algunos países, normalmente los más débiles sino global, ni cosa de las clases desfavorecidas sino que afecta a sectores mayoritarios de la sociedad que antes de la crisis se consideraban a salvo de ella. Nadie que da fuera de su alcance; ni es crisis sectorial: económica, política, ecológica, social, científica, simbólica sino de los fundamentos que sostienen la sociedad y que algunos la han denominado como crisis del espíritu (Ed. Husserl) o crisis cultural (St. Zweig) como ya he expuesto en anteriores escritos.
2.Si para abordarla podríamos referirnos a causas o condicionantes diversos según lo que se quiera destacar de la crisis, hay sin duda un acontecimiento histórico que condensa y traduce en su máxima expresión la magnitud de la crisis. Este acontecimiento, incondicionado e ineludible es Auschwitz, “un momento central de la historia del siglo XX que nos afecta a todos”, que puso a prueba la solidez del proyecto humanista e ilustrado de humanización universal. Un acontecimiento que sigue interpelando hoy a la conciencia y a la sociedad y que también da luz para entender el recorrido que llevó hasta él. No se trata de saber sólo lo que pasó, de lo cual la historiografía viene ocupándose hace tiempo, sino del significado que ese acontecimiento, es decir, si nos dice algo y si hoy tenemos que ver algo con él o es un asunto que con saber su historia ya está resuelto el tema.
La segunda constatación es la irrelevancia cultural y política de lo sucedido. Tras la II GM todo sigue como si no hubiera pasado nada. Europa busca su reconstrucción con la ayuda de EEUU: es su prioridad, legítima y urgente ante la catástrofe sucedida. Pero la barbarie de los campos, del genocidio judío y otros sectores de población quedan relegados en el silenciamiento u olvido. Mejor pasar página que escuchar lo que eso impensable ocurrido pueda plantear a la conciencia y a la sociedad.
Y en esas estamos. El mundo construido después de la II GM ha pasado de ella por no ser relevante para lo que entonces interesaba: levantarse, tirar para adelante, construir un futuro mejor, algo legítimo, pero a costa del olvido del sufrimiento inocente, de tantas vidas consideradas inútiles. ¿Dónde quedó el grito de los supervivientes: “recordar para que nunca más vuelva a suceder”? Es el filósofo Th. Adorno quien nos lo recuerda: “Hitler ha impuesto a los hombres un nuevo imperativo categórico para su actual estado de esclavitud: el de orientar su pensamiento y su acción de modo que Auschwitz no se repita, que no vuelva a ocurrir nada semejante”. “La necesidad de dejar que el sufrimiento hable con elocuencia es la condición de toda verdad”.
Ese clamor se hace cada vez más apremiante a la vista de tanto sufrimiento que hoy invade nuestra sociedad.
EM
24.01.2023