Si se habla de que es una crisis cultural, ¿de qué se trata?

 


I. Aprendiendo de la historia

Según comentaba en mi escrito: “A cuestas con la crisis que viene de lejos” (Blog. 17, abril, 2020), cuando hoy decimos que la política, que el modelo político de convivencia colectiva está en crisis, no se trata solo de las prácticas políticas sino de la cultura, del modelo o instalación cultural que las soporta. De entrada lo que se constata es que esa instalación cultural colectiva que nos configura individualmente no queda al margen de la crisis actual sino que la atraviesa radicalmente.

Esta constatación se hace cada vez más apremiante ante el carácter sistémico de la crisis (es decir: política, económica, social, simbólica, tecnocientífica, medioambiental) que evidencia el agotamiento de un modelo secular de entender, organizar y realizar la convivencia colectiva.

Tal vez si miramos la historia reciente de Europa, reflejo de la secular tradición occidental cuya crisis acusamos hoy en su radicalidad, podremos sacar algunas lecciones que iluminan lo expuesto.

El siglo XX irrumpe en la conciencia europea como crisis de las ciencias y del espíritu que habían jalonado el progreso ilustrado de los siglos precedentes pero que ahora se revelan inermes e incapaces ante los desastres de la Iª GM y IIª GM que culminan con la barbarie de Auschwitz: acontecimiento incomprensible, ante el cual se verán confrontadas y puestas a prueba todas las respuestas culturales que desde entonces se formulen. Este acontecimiento supuso una interrupción de los postulados teóricos, filosóficos y políticos en vigor hasta ese momento ante la irrupción de un acontecimiento: una barbarie extrema desconocida, no prevista, impensable para el pensamiento dominante.

Es, en síntesis, la crisis cultural de una época feliz que había consagrado la idealización de la razón, del Estado y de la religión del progreso material, social, moral, ininterrumpido, sin límites. En ella los ideales nostálgicos modernos de la universalidad humana se ven desbordados, incapaces de entender que esa reserva espiritual había quedado amenazada en sus fundamentos incapacitándola para dar cuenta de la barbarie producida.

Se podría ilustrar todo ello mirando a la historia occidental reciente. Destaco algunos rasgos:

1. La “crisis de las ciencias y de la humanidad de Europa” para Husserl es una crisis del “espíritu”, de los valores de la modernidad y del humanismo, del ideal, y esta crisis del “espíritu” es fundamentalmente una crisis cultural, de una tradición cultural que bebe en el Humanismo y la Ilustración que queda desarbolada ante la barbarie del siglo XX, y que se empeña inútilmente en refugiarse en ese mundo del espíritu, incapaz por otro lado de hacerse cargo de lo ocurrido.

2. El filósofo Ed. Husserl y el escritor St. Zweig, entre otros, han descrito la crisis no solo como crisis de ese espíritu configurado por los principios de la Modernidad occidental sino que alcanza los fundamentos que soportan la representación y justificación de esa misma sociedad, de su modo de estar en la vida que desborda y atraviesa las demás facetas de la misma.

3. En esa historia occidental sobresale la imposibilidad, la incapacidad de las ciencias, de la cultura existente, desde los presupuestos culturales en vigor, de dar cuenta de la crisis y barbarie sucedidas. Lo ocurrido era incomprensible, impensable e imposible desde y para ese mundo del espíritu dominante en Europa. Por tanto la barbarie no podía ser relevante cultural ni políticamente para ese mundo pues carecía de capacidad de interpelación, de conmoción para esas conciencias y cultura en vigor, sí en cambio de confusión e inseguridad ante el estado de indefensión al que se veian reducidos. Así lo confirman posteriormente otros analistas sociales como Z. Bauman, S. Sassen, o el antropólogo M. Graebber entre otros).

4. Las respuestas dadas, como en el caso de Husserl y Zweig, se polarizan en volver, en recuperar aquel mundo del espíritu, el de los valores idealizados del humanismo y la modernidad occidentales que configuraron una época de esplendor espiritual, cultural, racional, como si fuese un reservorio espiritual incontaminado, a salvo de la barbarie, para de nuevo constatar el fracaso de tal empeño ante la catástrofe del Holocausto. Una reintegración cultural imposible. La barbarie de Auschwitz quebró esas respuestas bienintencionadas.

5. En esa crisis del espíritu, de la cultura occidental incapaz de respuesta ante la barbarie histórica, especialmente la del siglo XX, emerge en boca de los testigos de la catástrofe de Auschwitz, como las de Primo Levi o Jean Améry la pregunta olvidada, pero ineludible, tan acuciante en aquellos momentos y tan lejana en el tiempo; es la pregunta por el sufrimiento humano, por el sufrimiento de las víctimas inocentes que revela ese otro lado oscuro de la realidad humana, impensable, incomprensible a la lógica racional occidental, y que fija un nuevo punto de partida desde el cual acometer un nuevo itinerario cultural que se haga cargo de lo impensable sucedido. Esa pregunta alumbra otro horizonte cultural y político posible.

Ante la barbarie impensada ocurrida y la quiebra de un orden cultural que bebió en la tradición clásica, el Humanismo, la Ilustración y que configuró a Occidente emergen otros interrogantes. Se podrían resumir con las palabras del pensador J. B. Metz: “La pregunta no sería (la de logos griego) ´¿quién habla?´ sino ¿quién sufre?; la palabra ya no pertenece ante todo a quienes discuten sino a quienes sufren”. Es el nuevo desafío cultural y político ineludible para toda propuesta alternativa.

EM

Noviembre, 2022

(aquest escrit té una segona part. Vegeu-la AQUÍ)

Comentaris

Ramon Gabarrós ha dit…
Realment, de cara a pensar estratègies que ens facin avençar en un nou model d'organització de la convivència, que superi l'actual que s'ha fet obsolet des dels camps d'extermini, hem de partir de la convicció de que les nostres crisis actuals són estructurals, són culturals, són crisis de l'esperit, de valors; i són les mateixes crisis que ens obren pas cap a un canvi radical de perspectiva. Des d'aquesta nova visió, les crisis mateixes seran la gran esperança: aquell passat queda en contradicció i no es pot aguantar més, cada dia sembla tot més deteriorat i tenim sensacions de que tot se'ns ensorra; en canvi, tot pot ser fantàstic i esperançador si ho veiem com a expressió d'aquesta crisi que hem de superar necessàriament anant radicalment a una altra cosa.
L'escrit d'EM exposa breument què ha passat des d'Auschwitz i com queda tot qüestionat a partir d'aquells fets monstruosos. I ens insinua camins nous partint d'aquesta pregunta sobre el sofriment humà de les víctimes que ens poden portar a aquest canvi radical de perspectiva.
No podem quedar-nos més lamentant les coses que ens passen cada dia a aquesta nostra societat envellida i trista i hem d'entrar en els camins de canvi cultural de fons implicant-nos hi nosaltres mateixos. Podem aprofundir en la qüestió posant en qüestió globalment tota l'actualitat i obrint-nos a aquesta perspectiva centrada en el sofriment humà com aquí se'ns proposa.