Habitar culturalmente el mundo y la historia después de la barbarie III. ¿Cómo abordar una fundamentación cultural en tiempos post barbarie?


 

Este recorrido nos lleva a replantear la cuestión cultural inicial de cómo habitar culturalmente el mundo y la historia pero teniendo en cuenta lo sucedido impensable. Como recuerda W. Benjamin en sus Escritos sobre el concepto de historia (Tesis I), al hablar del ángel de la historia: un habitar sensible al cúmulo de ruinas que conlleva el progreso. Esa mirada es la que recoge la memoria, la razón anamnética. Hablamos, por tanto, de una mediación, de una fundamentación cultural anamnética. 

En este sentido la cuestión cultural deviene una cuestión metacultural pues no se detiene, no se agota en una cultura según la lógica racional ilustrada, ni siquiera en su modalidad crítica, como dialéctica ilustrada, sino que apunta a la “interrupción” de esa lógica racional hegemónica que ha configurado la racionalidad crítica occidental y apunta también a la “posibilidad” de otro orden cultural, de un nuevo nacimiento, de una lógica racional “modo anamnético”, “compasivo”: la de la razón que acoge la pregunta del tiempo apocalíptico, la pregunta por el fin del sufrimiento. 

 En el orden práctico/político se podría decir que ya no basta con la lógica de la justicia (orden legal) con sus mecanismos reactivos, correctores de daños, delitos e injusticias (mediante el derecho, las leyes y políticas redistributivas, de memoria, de nuevos Derechos del hombre, etc.) sino dar lugar a una lógica de la memoria, la que se orienta por la pregunta por el fin de la injusticia, por el fin de un orden cultural político de injusticia, de producción del sufrimiento inocente y por favorecer otro modo de ver y hacer las cosas, por una nueva posibilidad para todos los afectados, víctimas y victimarios, que somos todos. Un orden cultural que se guía por la memoria de la “compasión del mundo y de la humanidad” (como dice Metz); lo cual marca un nuevo umbral hermenéutico y político diferente. 

 Esta interpelación es la que estalla en Auschwitz, en el testimonio de los testigos de los campos cuando claman a la salida: “recordar para nunca más”. Interpelación esta que recuerda la pregunta bíblica por el fin del sufrimiento injusto y que en la modernidad se ha hecho realidad en los campos de exterminio. 

 Pasar por alto hoy, en un contexto de globalización el acontecimiento de Auschwitz y su significado, en tiempos post barbarie, como si no hubiera ocurrido o reducirla a un asunto de algunos países o de un momento excepcional de la historia es engañarnos sin necesidad. Es aquí donde Auschwitz se convierte en referencia universal, no excluyente, pero ineludible para entendernos hoy a nosotros mismos, que sigue interpelando a toda razón y a toda práctica pues como dice el historiador G. Bensoussan: “después de Auschwitz, es nuestro estatuto mismo de seres humanos el que está a partir de ahora en cuestión”. 

 Conclusión: Si estamos en tiempos post barbarie: “¿a qué cultura toca enfrentarse?, ¿de qué cultura ocuparse?, ¿desde dónde poder abordar entonces la realidad histórica que tenga en cuenta también esa otra cara de la realidad eliminada? 

Este ámbito de cuestiones ha sido objeto de atención por la tradición de un pensar anamnético de algunas voces, no muchas desgraciadamente sobre todo del siglo XX, que avisaron de la barbarie o que se sintieron interpelados por ella. Un pensar que se hace cargo de lo que ha quedado fuera de la historia de los vencedores, de la cara oscura de la historia, como afirmaba W Benjamin. En este nuevo itinerario cultural la categoría de memoria es referente imprescindible como categoría hermenéutica que nos hace presente la cara oscura de la historia y también como posibilidad hermenéutica de releer todo desde la barbarie sucedida. 

El sufrimiento inocente producido se constituye en autoridad epistémica, en condición de posibilidad de un modo de conocimiento, de verdad como plantean Benjamin y Adorno quien lo formula como Nuevo Imperativo Categórico cuando afirma: “Hitler ha impuesto a los hombres un nuevo imperativo categórico para su actual estado de esclavitud: el de orientar su pensamiento y su acción de modo que Auschwitz no se repita, que no vuelva a ocurrir nada semejante”, o en otras relevantes palabras suyas. “La necesidad de dejar que el sufrimiento hable con elocuencia es la condición de toda verdad”.

 La memoria de ese pasado de padecimientos se constituye como nueva forma de racionalidad, de repensar todo a la luz de la barbarie impensada pero sucedida. A esta tarea el filósofo R. Mate la denomina “deber de memoria”: “Lo que se quiere decir es que sólo capta el significado del sufrimiento una razón anamnética… No se trata de una memoria sentimental, moral o histórica, cultual, que se limita a empatizar, recordar, conmemorar, monumentalizar el pasado sino de una memoria que interpreta el presente teniendo en cuenta ese pasado de padecimientos considerado insignificante, que se pregunta por el sentido cultural y político que ese pasado tiene para el presente”. 

 Con ello se abre otra perspectiva, la de un modo de pensar olvidado y relegado en la historia del pensamiento occidental y que está por construir.

 Plantear un proceso cultural de humanización solo es viable si se asume el proceso de deshumanización que se ha producido. Para ello una mediación cultural anamnética se hace imprescindible, aquella que devuelve a la sociedad el momento de la compasión que le pertenece. 

 EM

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