L'Ángel Nogueira, un gran amic, ha mort aquests dies

 

El passat dissabte 25 de novembre va morir a Bogotá el gran amic Ángel Nogueira Dobarro, un dels principals referents de la meva vida des dels anys setanta, amb qui he compartit molts anys de treball i d'activitat intel·lectual i humana.

Aquí al blog ja es poden trobar una colla de referències d'escrits seus diversos i molts més n'hi podem posar encara perquè la seva producció escrita ha sigut abundant i molt especialment valuosa.

Ara aquí, com a testimoni de la seva facunda activitat intel·lectual, reprodueixo alguns trossos del text de la felicitació d'any nou de 2006 que va titular "La disidencia como proyecto social de un nuevo concepto de democracia":

Nuestra historia más transparente y lúcida nos golpea constantemente con hechos hirientes a los que solemos hacer oídos sordos. Ello manifiesta la clarividencia de acciones divergentes de las verdades oficiales, que se muestran como únicas, seguras e incambiables, es decir, gentes y situaciones que disienten aun a costa del riesgo de perder la vida. Pocas veces escuchamos el mensaje de quien disiente y, por ello, es castigado o marginado. No logramos entender el anuncio de la riqueza más viva de la realidad que surge pujante y potente. Por otra parte, se nos anuncia que ni nuestra sociedad ni su cultura son proyectos de libertad, sino rígidas imposiciones de vida, conductas y creencias previsibles. El disentir como una forma de afirmar la diferencia y la diversidad expresa la injusticia de que no nos hallamos en una sociedad democrática, sino en una comunidad configurada por reglas dogmáticas e impositivas que únicamente marcan un horizonte y olvidan toda la pluralidad de lo real, con lo cual estamos ciegos para un proyecto de libertad y para percibir la riqueza que la realidad material y simbólica encierran como imaginación creativa.

(...)

... disentir en nuestras sociedades supone una ruptura y una propuesta implícita de cambio, lo cual se convierte pos sí mismo en conflicto y distancia de lo que en nuestro entorno es habitual y considerado legítimo. Se revela la entraña más oculta de nuestra sociedad y se muestra en verdad su cariz dogmático y prohibitivo de cualquier alternativa que no esté previamente prevista en el ordenamiento jurídico-político. Ciertamente, la mayor parte de las concepciones unitarias de la historia y de la cultura están teñidas de sangre, violencia y muerte. Constantemente desde los poderes públicos, en sus diferentes momentos históricos, se asesina la diversidad, la diferencia y la disidencia.

No es habitual que, en lo que hoy definimos como democracias políticas , pueda admitirse el disenso y su problemática. Lo cual quiere decir que estamos lejos de lo que hoy son las aspiraciones de ciertos colectivos que luchan por la democracia participativa y deliberativa, esto es, incluyente, en la que quepa todo pensamiento, idea o actitud.

La disidencia sería, precisamente, el testimonio de que en un determinado contexto social es posible la existencia de un sujeto creador capaz de inventar una diversidad, una divergencia simbólica y material.

La única posibilidad que tenemos en el siglo XXI de construir una democracia es que ésta se implique en la incertidumbre, el azar, la probabilidad y la provisionalidad de todas sus creencias operativas y simbólicas Esto sería signo fehaciente de que la realidad es en sí misma plural y diversa, y que la convivencia social sólo puede darse en una relación diferente como elemento de la realidad. (...) El horizonte abierto califica la dimensión propia del ser humano. Nos cabe así decidir e inventar los valores de su proyecto desde la autodeterminación. Sólo en el tiempo florece la esperanza. En verdad, un proyecto social de disidencia  constituye el alma de un nuevo concepto de democracia, la cual pondría en vías de solución los infinitos problemas que se nos plantean con la globalización de los intercambios interétnicos e interculturales en nuestras sociedades contemporáneas.


 

 


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