Voces que alertan


Hay momentos como los nuestros en que voces lejanas nos parecen tan cercanas, tan reconocibles como si nos siguieran hablando hoy. Debe ser, tal vez, porque lo que dicen tiene que ver con lo que nos pasa. Eso ocurre con la voz de Simone Weil cuando ante la amenaza del nazismo se refería, en 1940, no a Alemania sino a Francia. Hoy sigue en pie su aviso.

Así escribía entonces a su hermano: “Una atmósfera pesada, oscura, sofocante ha empapado todo el país, aunque la gente está hasta el colmo y descontenta de todo, pero en cambio, dispuesta a tragar cualquier cosa sin protestar incluso sin extrañarse de ello. Situación típica de períodos de tiranías. El descontento general, considerado siempre por los observadores superficiales como un índice de la fragilidad del poder, en realidad testimonia justo lo contrario. Un descontento sordo y difuso es compatible con una sumisión casi sin límites durante decenas y decena de años. Cuando al sentimiento de la desgracia se junta la ausencia de esperanza, como está sucediendo ahora, los humanos obedecen siempre, hasta que un shock externo no les devuelva la esperanza” (Simone Weil, 1940).

EM

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