Patentar la quarentena



Per la riquesa i actualitat del seu contingut, avui em faig ressò de l'escrit "Patentar la cuarentena" que ha publicat no fa gaire Reyes Mate a la revista Religión digital i que ha reproduït íntegrament al seu propi blog Memoria y Política.
Convido a accedir a aquest text i a llegir-lo detingudament en silenci. Només en vull ressaltar aquí alguns paràgrafs que us en poden despertar la gana:

El Presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, decía que estamos ante un “test sobre nuestra humanidad”. Y el Papa Francisco pide “un plan para resucitar” porque lo que está en peligro es la vida. Son todas palabras mayores, como si estuviéramos inmersos de verdad en una catástrofe humanitaria, confusamente predicha en los últimos años por quienes denunciaban las amenazas que suponían los ataques a la naturaleza o el desarrollo armamentístico.
     Hay que partir pues de que estamos en un momento de peligro epocal y no ante una gripe circunstancial. Claro que podemos vencer el desafío con una vacuna, pero esa victoria sería una tregua pues ahora sí estamos convencidos de la fragilidad de la existencia humana. Ante un desafío de esta magnitud todas las voces que pueblan el planeta son convocadas para que digan algo que pueda valer como respuesta eficaz.
     ¿Tiene algo que decir esta vieja tradición judeo-cristiana? Podría patentar la cuarentena. No es una broma. La cuarentena o cuaresma es un tiempo de aislamiento, pero también de preparación para una gran empresa, de puesta a punto ante un reto que no permite despiste sino máxima concentración. Un tiempo propicio a la reflexión sobre la vida ya que no hay rutinas tras las que esconderse.
     Hoy se oye por doquier que “lo primero es la salud”. Se dice pensando en este momento coyuntural de la pandemia. Ahora bien, para tomarse en serio ese voto y hacerlo valer en tiempos de normalidad, habría que marcarse como objetivo la lucha contra la enfermedad, y contra la pobreza y contra la injusticia, es decir habría que elevar el sufrimiento a categoría política (y no sólo moral).
(...) 
     Pero eso es mucho pedir porque va en contra de nuestras convicciones más profundas. Sabemos que la historia se ha construido sobre el sufrimiento de los más débiles. Eso ha sido así hasta hoy. Y lo hemos aceptado y justificado porque es el precio del progreso. El desarrollo de occidente, por ejemplo, es impensable sin la plusvalía que generaron los esclavos o la explotación de la clase obrera o el expolio a los campesinos, tal y como cuenta Marx en el capítulo XXV del primer libro de El Capital. Y ese es el problema: que para cambiar, para hacer la historia de otra manera,  -para tomarse en serio la frase “lo primero es la salud”- habría que deponer el progreso.
     No basta corregir sino cambiar el rumbo de la historia. Habría desde luego consenso en combatir el sufrimiento, pero como nadie está dispuesto a cuestionar la autoridad del progreso que se alimenta de él, la historia seguirá su rumbo. El coche, el consumismo, los viajes, la segunda vivienda, los supermercados a tope son ya como nuestra segunda piel. Por eso la pregunta que hay que hacerse es si es concebible un modo distinto de vivir individual y colectivamente Antes de plantearse un cambio de vida hay que plantearse si es concebible un modo de ser diferente. 
     Es una pregunta de orden práctico pero que tiene también una carga teórica o, dicho de otra manera, no se trata sólo de cambiar de hábitos sino de pensar de otra manera.
 (...) 
     “Otro mundo es posible pero no tendrá lugar”, titulaba Le Monde recientemente una de sus tribunas. No parece que vayamos a aprender mucho de esta dura crisis. Si ya Primo Levi constataba , al salir de Auschwitz, que “no hemos salido ni mejores, ni más sabios”, razones hay para desconfiar de nuestra capacidad de aprendizaje ahora. No va a ser fácil renunciar a nuestro confortable modo de vida. Con esa inercia hay que contar. Lo que sí podemos hacer ahora es cuestionar su inevitabilidad. No es verdad que el capitalismo sea imbatible porque es natural, ni la ideología del progreso, inevitable, porque es una religión. Son construcciones históricas y por eso podemos hablar con conocimiento de causa de que otro mundo es posible.

Comentaris

Ramon Gabarrós ha dit…
Ara mateix he llegit una entrevista amb en filòsof senegalès Felwine Sarr, en línia amb aquests pensaments de Reyes Mate. En copio els dos últims punts:
—Oblidarem aquesta crisi quan hagi passat?
—És un risc i penso que no cal subestimar-lo, perquè si mirem les últimes epidèmies i pandèmies, el 1968 hi va haver la grip d’Hong Kong, que va fer un milió de morts al món, i ha desaparegut totalment de la memòria. Hi va haver la grip espanyola a la fi de la Primera Guerra Mundial, que va deixar uns cinquanta milions de morts a Europa, i ha desaparegut també dels nostres imaginaris. Em direu que queda una mica lluny, però estem molt ancorats en un art de l’oblit, i cada vegada que hi ha una tragèdia o una crisi important en la història, parlem del deure de la memòria, que no tornarà a passar, però n’aprenem poc, de la història. En aquest sentit, temo que el fet que aquesta pandèmia aparegui com una catàstrofe biològica natural lligada a un virus, tot i que és la nostra acció que ha induït aquesta crisi sanitària, comporta el risc que, si en sortim, l’oblidem ràpidament. Per mi, el temps que vindrà just després d’aquesta crisi és molt important per veure si reprendrem els nostres bons hàbits o els mals hàbits.

—Sou dels qui penseu que el món continuarà com sempre?
—Sóc dels qui pensa que les coses han de canviar. Si continuarem com abans o no, no ho sé. Però puc dir què desitjo i en quin sentit treballaré. Jo posaré la meva petita energia en els meus espais perquè el món canviï. La gent que vol que el món canviï no ha de parar-se només a voler que canviï, ha de reflexionar sobre quines accions cal prendre perquè canviï. Tenim tots els elements per a fer una acció, i la gran lliçó a extreure és que aquest és un gran moment per a actuar perquè el món canviï.