Textos de Toni Negri

(1) 

 Cinco años desde que me marché, escapando  de una prisión durísima, de una magistratura feroz y de un Parlamento irresponsable --cuatro años desde que escribí este diario... La distancia temporal se nota. Negativamente: al releerme, me parece casi imposible que las cosas pasaran tal como las cuento, un pensamiento de inverosimilitud y de excepcionalidad sacude mi recuerdo. Y sin embargo es todo, todo verdad (...) Positivamente: ¡cómo ha cambiado la situación, me escucho decir, al releer estas páginas del diario! ¡Qué solo me encontraba entonces, qué desesperado estaba! El ciclo político nacional e internacional estaba completamente dominado por la represión, y toda espera confiada de que los movimientos de transformación radical volvieran a cobrar fuerza, parecía delirante. En cuanto a mi, convertí mi desesperación en el punto de resistencia --en cosas mínimas, en torno a las condiciones elementales del testimonio ideal de lucha política. Muchos otros han actuado como yo --en la cárcel o fuera de ella. Pero la crisis era tan profunda que incluso cuando actuábamos razonablemente y de modo homogéneo, sin embargo no nos comprendíamos. Ahora el clima está cambiando: estamos saliendo de la soledad, volvemos a establecer lazos y comunidades que multiplican la inteligencia y la fuerza.

La experiencia de la represión nos ha enriquecido. No se trata de una afirmación sado-masoquista, ni mucho menos irresponsable. Es una constatación, y no quiere ir más allá del puntual significado histórico que tiene para mi en relación con los años descritos en el libro. Me ha enriquecido, esto es seguro. (...)

¿Cómo suscitar un impulso hacia la reorganización de luchas ofensivas en toda Europa? De nuevo insistiendo sobre nosotros mismos, como nos ha enseñado la resistencia a la represión. De nuevo atravesando las líneas enemigas, con inteligencia, astucia, ironía destructiva. Como en la cárcel. La represión nos ha dividido, nos ha individualizado. El primer efecto fue que nos sentimos desplazados y solos. Pero el segundo es que cada uno de nosotros, de manera individual, filtrándolo a través de su soledad, ha retomado contacto con su destino. Destino de revolucionario, destino de comunista. El tren de Finlandia puede no ser una táctica, llegados a este punto, sino una estrategia. Una amplia, infatigable, dura penetración del adversario, un alegre, astuto, feroz acercamiento a los nudos estratégicos del poder... ¡Buen viaje, compañeros!

 

(2)

Entra la Corte. La máquina represiva parece aplacarse en una disciplina artificial, la escenografía está enmohecida, el espectáculo de la fuerza no anula el anacronismo pero la máquina parece feliz con su oropel. Silencio. Sólo siguen los fotógrafos. Clic, clic. Cheese, cheese. No, la Corte es un inútil prepucio. Este proceso ha sido ya escrito para la simbólica de las instituciones. ¿Para qué seguir fingiendo? ¿Cómo es posible una búsqueda de la verdad prejuzgada por cuatro años de prisión preventiva?

(...) Suspensión, bajamos a las celdas, otra vez, horas y horas. La máquina tritura, las esposas te aprietan las muñecas, la Corte decide.

(...) Me surge la duda de que la verdad pueda vencer. Este iluminismo nuestro, esta esperanza comunista que no cede. Decir la verdad, gritar la verdad. Pero, ¿qué es la verdad en un proceso político? Por un lado escenario, maquinaria, dramatización. Por otro, esta nuestra humanidad lastimada. Cuatro años de prisión preventiva. Un cúmulo de recuerdos, de pasiones, de sufrimientos. Y antes, una pasión revolucionaria vivida hasta el fondo, la alegria de la transformación. Dos mundos. El proceso somete a confrontación a dos mundos diferentes. Recompone la vida bajo la forma de la legalidad. No, no es posible. Cheese, cheese. Hasta ellos saben que no es posible . Por eso todo lo que rodea el proceso carece de cualquier racionalidad. Las jaulas, las esposas, las horas y horas de celda. No, no quieren la verdad, sino el rito. El sacrificio. La legalidad se restaura en lo simbólico, no en lo racional. Paola, Rossana, ¿por qué estáis ahí, fieles, razonables, hermosas? Marchaos. Esta es una justicia azteca. Giuliano, ¿por qué sigues de abogado, tu que conoces estas cosas?


 (3)

He creído y creo que sólo un tremendo despertar de las masas puede sacarnos de una situación en que la justicia es restauración, y no verdad, no distribución de responsabilidades, sino repetición del poder. Este fetiche dialéctico --debes devolver lo que quitas, debes retribuir lo que tomas. No, no es ésta la vida. No, no soy un malvado maestro, no soy el malvado maestro por antonomasia, como quiere presentarme la prensa. He vivido y vivo un proceso de liberación trabajoso, continuo, no lineal, pero suficientemente orientado (...)

No me perdonéis, haced lo que queráis --soy culpable de haberme situado al unísono con el ser. Sólo de esto soy responsable.  Y feliz.

 

(4)

Cambiemos todo esto yendo hasta las raíces: transformemos al hombre. Nosotros, aquí, en la cárcel, somos hombres transformados. Nos ha costado pero lo somos. La revolución se ha producido dentro de nosotros, es la constante de nuestra existencia. (...) La única clave que nos permite atravesar la perversión del sistema político, judicial y de los media es una alteridad personal, una arrogancia fundada en la justicia, continua, siempre atenta.

 

(5)

Debo hacerme marginal. Lo soy --¿por qué pues no convertirlo en clave de esta reconstrucción? La situación política italiana es perversa, la europea está amenazada por una derecha furibunda, ideológicamente cada vez más fascista --pero, junto a esto, a veces de manera totalmente separada, otras atravesando el propio nivel institucional según reglas que ya no tienen nada de viciosas, existen corrientes de pensamiento y voluntad de lucha a partir de las cuales podremos reconstruir. Morir un poco para volver a empezar (...) Tenemos que intervenir en un medio perverso. Los obstáculos que nos esperan son terribles. Tenemos que luchar contra la intervención de un Estado que emplea los medios represivos para destruir nuestra legitimidad como clase política. Esto se realiza a través de los arrepentidos y los esbirros. (...)

¿Qué atávica condena nos obliga a soportar a semejante clase política? ¿Y qué enfermedad es ésta, incurable, de las instituciones? ¿Por qué tanta corrupción en las ideas antes que en las operaciones financieras y en los robos y en las malversaciones, por qué tanta perversión en las costumbres `públicas? (...)


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¿Qué atávica condena nos obliga a soportar a semejante clase política? ¿Y qué enfermedad es ésta, incurable, de las instituciones? ¿Por qué tanta corrupción en las ideas antes que en las operaciones financieras y en los robos y en las malversaciones, por qué tanta perversión en las costumbres públicas? (...) Pero nuestra esperanza no puede morir. Porque, después de todo, Italia es Europa --y la libertad y la idea de justicia no han muerto en el corazón de la gente.(...) Siento necesidad de amor para realizar esta transformación de mi vida, y de volver a descubrir la amabilidad y la dulzura. No estoy cansado --estoy turbado, emocionado. Creo que lograré realizar la tarea de refundación, de transformación, pero tengo la absoluta necesidad de organizarla en un proseso amplio, humano. No estoy cansado --sólo extenuado, por así decir, por las prolongadas tensiones-- me temo que a menudo me poseen, en lugar de poder yo dominarlas. Esta noche una extraordinaria excitación me ha sacado de quicio. Una necesidad ardiente y desesperada de vida y de amor. Un delirio, deseo de creación y de destrucción. No sé qué haría si tuviese que volver a la cárcel --no sé si podría sobrevivir. Ahora, en cambio, quiero sobrevivir y crear nueva vida.

 

(7)

La atonía de este mundo desesperado que nos rodea --la soledad del hombre en la insolente masificación de la vida --esta prisión enorme que a todos nos encierra y domina --tan sólo pocas palabras mágicas de amor y algún acto de abandono lleno de esperanza puede liberarnos de todo ello. Y la fuerza, la fuerza colectiva, tan necesaria para la transformación del mundo y para el proceso de liberación, se alimenta de estos actos fundamentales. No hay alternativa astuta o feroz que pueda romper la determinación de esta dialéctica.La fuerza que debemos reconstruir para destruir el odio y la represión, para fundar comunismo y paz, vive de justicia --y la justicia vive y se reproduce como impulso hacia la vida, en la dimensión de la naturaleza y de la libertad. Encontramos la fuerza para emprender un nuevo ciclo de la revolución fundiéndonos con la fuerza que la colectividad humana emplea cada día en reproducir, con amor, con deseo, su propia vida... Como la fuerza de un hijo que nace.

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