No delegar

Pròleg sencer del llibre Sobre virtudes y vicios, de Juan David García Bacca (Barcelona, Anthropos, 1993):

Dos siglos antes de Cristo, Jesús, hijo de Sirá, escribió el Eclesiástico, libro del Antiguo Testamento.
De él se toman aquí unas sentencias, cuya oportunidad apreciará el Lector:
“Habla, Anciano, porque te corresponde, pero con discreción; no estorbes la música.”
“¡Qué hermosa es la sabiduría de los ancianos!”
A sus noventa años, el Autor de esta obra se juzga con derecho, casi con obligación, de dar al Lector unos consejos para leerla.
1) No delegar en nada –religioso o profano, filosófico, económico, político– ni en Nadie: sea Papa, Patriarca, Ayatollah, Premier de un Presidium… el pensar por cuenta propia. Que nadie se arrogue el derecho de pensar por él. Cada uno debe pensar por sí mismo, para sí mismo, consigo mismo en todo. Y tomar sobre sí la obligación de dar a los demás tal ejemplo. Recordando que el miedo a pensar sobre todo es más potente y frecuente que el miedo a morir. Para la mayoría, “morir, antes que pensar”. E impedir que los demás piensen; más aún que hagan patentemente tal decisión de palabra impresa. Censura y censores. Inquisidores.
2) No delegar en nada –religioso…– ni en Nadie –Papa…– el decidir por cuenta y responsabilidad privada, o sea: renunciar a la Libertad. Cargar valientemente con el don de la libertad de conciencia, sin descargarla en otro.
No descargar el pensamiento aceptando dogmas, Credos, consignas; ni descargar la voluntad obedeciendo a mandamientos, preceptos, ritos. Dogmas… alivian el peso de pensar; obediencia alivia el peso de decidir. Comodonería mental y volitiva.
Sobran Concilios y Constituciones que determinen y tiendan a imponer por fuerza física o psicológica qué es lo que hay que pensar y qué es lo que se debe obedecer o querer.
Sin desconocer lo que Concilios y Constituciones aportan de comodidad mental y comodonería volitiva y de tranquilidad mercantil, si se los y las acepta, al menos resignadamente; y aún más si se los y las admite como autoridades tan perfectas que merecen se las obedezca con juramento o voto solemne o simple. Todo voto perpetuo de obediencia es radicalmente inválido. Y lo invalida la conciencia –implícita o explícita, incallable, de cada acto de obedecer– de que la libertad es irrenunciable. Una renuncia, siempre transitoria, a la libertad es acto de generosidad de gran Señor.
3) No poner límites a la imaginación, entendiendo por esta palabra “inventiva”. La originalidad, la inventiva, es uno de los recursos humanos inagotables, como se verá en el Ejercicio segundo y tercero de esta obra. No aceptar nada que se lo dé por perfecto, definitivo, tradicional, sagrado o venerable. Venga de la Autoridad que sea: religiosa, política, económica… Sea Libro sagrado, rito, práctica, de Antiguo, Nuevo Testamento, Islam, Vedas, Confucianismo, Sintoísmo… Chamanismo…
Los límites a la “inventiva” los señalan, por una parte, los transfinitadores y, por otra, sus refrenadores.
Tema a demostrar y desarrollar en el Ejercicio tercero.
4) En la primera semana de la creación del Mundo, y en el lugar privilegiado “El Paraíso”, Dios (Elohím) prohibió a nuestros primeros padres: Adán y Eva, que comieran los frutos del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. Porque si comían de ellos serían dioses, como Dios; comieron, y, para evitar que lo fueran, los expulsó del Paraíso. Y expulsados estamos todos sus descendientes. Entre ellos, los actuales: Nosotros.
No abdiquemos de ser dioses, aunque no estemos ya en Paraíso alguno. Y asumamos las consecuencias: buenas, malas, peligrosas. Éxito o fracaso.
En el Colofón de esta obra, y a la altura de Ciencia y Técnica actuales, se trata detenidamente de los problemas, soluciones (?) y peligros de tal suprema Empresa: el hombre como parte pasiva y activa de la constitución y evolución del Universo. ¿Actitud digna de “semidioses“?
Ha hablado un Anciano (de noventa años); que es lo que le corresponde según la sentencia bíblica. ¿Habrá hablado tal Anciano “según discreción”, que es el consejo de la Biblia? ¿Y lo habrá hecho “sin estorbar la música”; otro, y final, consejo bíblico?
Quede a juicio del Lector, a medida que se adentre, entre, intrinseque en la obra entera.

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