La cultura digital


La cultura digital, proyecto y desafío de una novedad

antropológica, estética y cambiante1


He aprendido la diferencia entre lo posible y lo virtual.

(Gilles Deleuze)

  1. Introducción

El sentido más propio y original del mundo digital significa el paso de una cultura preexistente, de una sociedad perfectamente establecida y con valores ciertos y seguros a una cultura y sociedad de la información, la comunicación y el conocimiento como base única de la producción social de ideas, conceptos y experiencias. Su naturaleza la constituyen fenómenos y procesos de reversión, interacción e indeterminación, los cuales surgen no antes —en el pasado de las acciones de unos sujetos— sino en un tiempo presente, en una hora puntual, cooperativa y solidaria, en que aparecen dinámicamente los saberes de una inteligencia colectiva y social.

Hoy la cultura y los valores, en tanto configurados por la información, la comunicación y el conocimiento, acontecen en la sociedad como presencia de las acciones de un sujeto fluyente y cambiante, desde su propio principio de actividad y en un contexto concreto, ecológico, histórico, socio-político, ético y estético.

Son varios los conceptos que atenazan y ocultan la dinámica valorativa de nuestro presente social. Como punto de partida nos podemos preguntar: ¿Dónde nos ubicamos en el transcurrir del tiempo? ¿En el pasado, futuro o presente? ¿En un espacio-tiempo virtual? ¿Qué comporta, en la práctica vital y existencial, cada una de estas situaciones?

Ahora bien, hemos de reconocer que la inquietud surge de la presencia social de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, al menos, en su formulación de un nuevo planteamiento. Entonces, de nuevo nos preguntamos: ¿Qué desean llevar a cabo dichas tecnologías? ¿Abren nuevas perspectivas de conocimiento, aprendizaje, habilidades y competencias mentales? ¿Modifican en algo nuestro entorno? ¿Exigirán algo de nosotros? Creo que sí y de una extraordinaria dimensión. Las nuevas tecnologías, en primer lugar, cambian el concepto mismo de lo tecnológico. Nos ofrecen unas herramientas capaces de influir y colaborar con el trabajo intelectual y, asimismo, posibilitan la mejora de nuestras habilidades mentales. Pero, sobre todo, nos exigen situarnos en el presente, al menos de forma virtual y siempre en forma de tensión hacia el futuro como ausencia de una nueva presencia firme que nos adviene bajo la categoría de un porvenir cierto, es decir, algo que está ahí, pero todavía no ha advenido en su posible forma material o simbólica. Con todo, se halla presente en la dinámica tendencial de presente a porvenir.

Las nuevas tecnologías, pues, nos sitúan en el presente y requieren de nosotros tener en cuenta constantemente los proyectos de los otros y la aportación de sus recursos y experiencias en la producción social de conocimientos, saberes y habilidades cognitivas. Lo cual requiere que siempre tomemos en serio su producción colectiva de conocimiento.

Podríamos seguir preguntándonos por otras cuestiones. Entre ellas: ¿Cuáles serían hoy, en verdad, nuestras referencias? ¿Dónde habitan nuestros afectos y valores? ¿Con quién convivimos secretamente? ¿En qué tiempo habitamos? ¿En qué sentido nos oscurece la inconciencia o nos ilumina la conciencia respecto de todo esto?

Nuestros valores, el entorno que conforma nuestra propia organización social e institucional y nuestra mente, cuerpo y sensibilidad convivenciales están absolutamente anclados en el pasado. Toda institución social actual, directa o indirectamente, todavía nos pide y exige que conformemos nuestros proyectos y deseos a sujetos, tradiciones y formas de vida, que fueron o son de otros tiempos y pertenecen a otras generaciones habitualmente muy alejadas de la sensibilidad innovadora del presente. Lo más significativo es que, en este momento histórico, las generaciones adultas representan otros valores sensiblemente alejados del sentir y experimentar de las nuevas generaciones.

Uno de los aspectos es el mundo digital, el cual supone otra mentalidad y otra manera de percibir la cultura, el sentido de la vida y sus diversos quehaceres; las relaciones con el otro, y la experiencia de sus espacios de encuentro y conversación. Ellos, en el fondo, quieren comunicar un nuevo sentido a la vida. La sociedad del futuro que intuyen, ni es una ruina ni un desastre: es algo diferente muy alejado de guerras y violencias, una total diversidad de todo cuanto otros han imaginado para ellos.

Las nuevas tecnologías abren el camino de la comunicación, la información y el conocimiento desde sí mismos, sus intereses y deseos y un espacio-tiempo virtual, pero en tiempo real.

Toda la fuerza y la potencialidad de las nuevas tecnologías sólo se pueden concebir en su flujo de novedad, si partimos de la hipótesis de que el sujeto es actor y constructor de su actividad y cultura. Asimismo, el sujeto se constituye en principio interactivo de la expresión de sus recursos originales, que creativamente aporta a los otros.


  1. Las formas culturales e históricas son configuradoras de nuestra vida

Hay una idea que atraviesa todas las culturas, desde la más remota antigüedad y que pervive todavía sutilmente en nuestro entorno. Nos implica personalmente y es difícil de desarraigar o de asumir la responsabilidad que su presencia entre nosotros comporta. En verdad, esta idea permea silenciosamente nuestra estructura afectiva y emotiva, base y fundamento de toda posible manipulación mediática o desde determinados órganos de los poderes públicos o privados. Me estoy refiriendo a la idea creacionista, según la cual se afirma, que todos los seres humanos hemos recibido la vida y el tiempo de un ser superior, y que, en principio, nos ha situado en un paraíso, pero que debido a nuestra desobediencia y pecado fuimos condenados a la expulsión, a la muerte y a todas las penalidades inimaginables. Un ser éste, que nos concede libre y gratuitamente todos los dones, pero, a su vez, establece con nosotros un vínculo de absoluta dependencia. Un concepto que se formula en la imagen sintética y profundamente eficaz de creaturalidad. Una idea de la que casi nadie todavía se ha podido desprender. Lo más grave es que dicha idea ha pasado con eficacia a la vida civil. Constituye lo que algunos autores llaman la servidumbre voluntaria. Este concepto del ser superior gobierna nuestra sociedad y vigila nuestras acciones, para fiscalizar si actuamos, conformes o no, con su voluntad y proyectos.

Esta tesis se ha expresado de una forma definitiva y con una doctrina muy elaborada en los monoteísmos históricos: judío, cristiano y mahometano. Quienes han dado fundamento y expresión en la gente, a todo ello, han sido las organizaciones eclesiales y clericales en colaboración con su grupo de intelectuales, los teólogos. Los tres monoteísmos tienen su punto de referencia central en dos libros que nos explican la historia colectiva y personal: la Biblia y el Corán. Aquí se contiene todo, definitivamente, lo que se ha de creer, saber, pensar y experimentar. En el libro se encierran las verdades últimas y ciertas. Somos perfectas criaturas sin posibilidad de iniciativa, responsabilidad o libertad. Todo lo es y lo representa el ser superior. Nosotros somos absolutamente nada. Este es el mensaje de las iglesias y de las religiones oficiales. Desde este punto de vista, el estado de dependencia no es superable: es una forma ontológica y definitiva.

Las nuevas tecnologías nos traen un mensaje muy radical que potencian cuanto ya se había intuido en el proceso histórico y cuya voz ha llegado hasta nosotros, de alguna forma, a través de herejes, disidentes y reformadores. Lo cierto es que las nuevas tecnologías no admiten ni la posibilidad de un principio de autoridad ni de jerarquía.

Los grupos religiosos, especialmente aquellos que han gozado de alguna oficialidad, se nos han impuesto jerárquicamente y desde una cierta coerción moral o física, enfrentándonos siempre a una única verdad. Han sido los herejes los únicos que explícitamente la han puesto en cuestión, tanto a la verdad como a sus organizaciones y rituales de fe. Lo más grave, para nosotros, es que esta visión teológica del mundo, mayoritaria en ciertos momentos, ha pasado a la sociedad civil con la modernidad a través del concepto y organización social del Estado. Con este fin se han dictado las leyes de enseñanza obligatoria, se han creado los ministerios de educación con la imposición de sus pensum y la regulación única de títulos, el nombramiento y la selección del profesorado, los libros de texto y la organización del contenido profesional. Lo que el Estado moderno impone es una visión única de la vida y de la historia pues define las costumbres y el estilo de las relaciones sociales. En muchos momentos de la historia, el Estado ha contado con la colaboración de los intelectuales, los científicos y, hoy, gran parte de los comunicólogos para difundir un conocimiento único, jerárquico y vertical y dejar al margen a la mayoría de la gente, así como a otras tradiciones de conocimiento y saberes.

En esta atmósfera también se nos ha querido imponer un único concepto de saber, objetivo y neutral con la consiguiente eliminación de la presencia del sujeto y de su actividad.

La cultura digital rompe directamente con la vigencia de este esquema funcional y nos abre a la realidad posible de una reversibilidad de todo, a la interactividad y a la indeterminación donde libertad, responsabilidad y creatividad colectivas son factibles.

La única forma de que las nuevas tecnologías logren asiento y fundamento en su novedad, es hallarse con un sujeto humano consciente de la riqueza de sus dones y recursos. Lo cual supone descubrir su capacidad, para una eficaz solidaridad en la comunicación social, y conectar profundamente con la emergencia de su ser inédito, fuente de toda imaginación, invento y creatividad.

En el fondo de todo ser humano, en el núcleo más escondido de la intimidad, donde se juntan imaginación, sueño y significación hay una realidad inédita, que la tradición y la historia de la vida nos regala gratuita y libremente como el don más singular, propio, único y original. Toda la historia del cosmos y de la cultura está presente en él como una posibilidad y alternativa de sentido y valor. Quizás radique ahí, en ese núcleo, el don y la fuerza de la creatividad, del gozo y de la alegría de vivir.

Generalmente, la sociedad que nos acoge, al menos en su inicio, se olvida de este grial escondido en la entraña más secreta del ser humano. Y las más de las veces mata o asesina con sus valores hegemónicos esta semilla que promete una vida nueva, sorprendente, espontánea y original. Este tesoro, que se resiste a morir del todo, se convierte en el aguijón de nuestra conciencia y, a su vez, nos ofrece una mirada crítica a nuestro entorno cultural e ideológico. Nos socializamos habitualmente por la mediación de una comunidad de vida cotidiana, esto es, de una cultura impositiva, uniforme, rígida, homogénea y única. De ahí, surge en nosotros una identidad cultural, política, social e ideativa incambiable. Por lo cual, la única forma de ser alternativo en nuestro contexto sociocultural es llevar a cabo el proyecto que contiene el novum de ese ser inédito que habita en nuestros adentros más íntimos.

Un ser inédito está siempre en un estado metamórfico y sorprendente de Novedad. El grito más profundo de la realidad clama por una pedagogía del ser inédito, donde la libertad se hace proyecto de una creatividad siempre abierta a imprevistos horizontes. Y así, la probabilidad se constituye en norma de la invención y fuente que estrena el proyecto de la libertad solidaria del ser inédito. En él habita todo lo que el amor promete y alcanza. Es desde aquí que entendemos que las nuevas tecnologías de la información y comunicación exigen de nosotros una nueva cultura para alcanzar el profundo sentido de lo que implica la posibilidad de digitalizar todas nuestras expresiones, ideas, imágenes y experiencias.


  1. La cultura digital es un proceso caracterizado por su reversibilidad, interacción, indeterminación y diversidad de formas y contenidos, sigue siempre un camino tensional y mira hacia un estado de presencia y porvenir, de nuevos y diferentes saberes

En la contemporaneidad se está dando un hecho que no siempre se aprecia en su profundidad e importancia. Me refiero a la mutación de la estructura de los saberes debida a la presencia social de las nuevas tecnologías de la información, la comunicación y el conocimiento. Bajo este aspecto los hechos más fácilmente visibles y perceptibles serían los siguientes:

  • La velocidad con que aparecen y se reconvierten los saberes y las destrezas cognitivas.

  • La rapidez con que se convierten en obsoletas las competencias adquiridas en los años de formación universitaria.

  • La nueva naturaleza del trabajo que consiste, cada vez más, en aprender, en transmitir saberes y producir conocimientos. Trabajar viene a ser ahora aprender y conocer nuevos aspectos de la realidad e incorporar a la propia experiencia diferentes habilidades y competencias.

  • El ciberespacio, como parte de unas tecnologías intelectuales, amplifica, exterioriza y modifica numerosas funciones de las facultades humanas, tales como la memoria, a través del uso de bases de datos, hiperdocumentos y ficheros de todo tipo.

  • La imaginación, con la utilización de diferentes simuladores.

  • La percepción, a través de sensores digitales, telepresencia y realidad virtual.

  • Los razonamientos, a través de la inteligencia artificial y modalización de fenómenos complejos.

Dichas tecnologías intelectuales favorecen:

    1. Nuevas formas de acceso a la información: navegación hiperdocumental, es decir, el logro de otras informaciones por medio de los motores de búsqueda, agentes de programas y exploración contextual por medio de tarjetas dinámicas de datos.

    2. Nuevos estilos de razonamientos y de conocimientos, la simulación, verdadera industrialización de la experiencia del pensamiento.

    3. El hecho de que estas tecnologías intelectuales y, sobre todo, las memorias dinámicas estén objetivadas en los documentos digitales…hace que puedan ser compartidas con gran número de individuos para aumentar el potencial de inteligencia colectiva de los grupos humanos.

Hoy, debido a las posibilidades pedagógicas de las nuevas tecnologías, pueden cambiarse los datos referidos al problema de la educación en todos los países, muy especialmente por lo que se refiere a la implementación de algunos procesos específicos.

Éste saber-flujo, el trabajo-transacción de conocimientos y las nuevas tecnologías de la inteligencia individual y colectiva cambian profundamente los datos del problema de la educación y la formación. De esta forma, es imposible poder planificar previamente todo aquello que se ha de aprender y que pudiera definir el contenido de una carrera profesional. En consecuencia, observamos cómo los perfiles concretos de las competencias son cada vez más singulares o personales y, por lo mismo, es más difícil ofrecer cursos comunes para toda una población. Todo lo cual requiere la construcción de nuevos ámbitos de conocimiento y aprendizaje de competencias. De este modo, percibimos que frente a una representación lineal y jerárquica, se ha de converger hacia saberes, bajo la imagen de espacios de conocimientos emergentes, abiertos, continuos, en flujos no lineales que se organizan según objetivos o contextos y sobre los cuales cada uno ocupa una posición singular y evolutiva. A partir de aquí entendemos que nuestro sistema educativo necesita dos reformas:


  • La primera reforma consiste en introducir un sistema de aprendizaje abierto y a distancia el cual puede utilizar con eficacia alguna de las herramientas informáticas. Lo cual, por supuesto, exige un nuevo estilo de pedagogía. El docente, en esa nueva estructura dinámica y abierta de educación, se convierte en un colaborador de la inteligencia colectiva.

  • La segunda reforma se refiere al reconocimiento de las adquisiciones. Si la gente aprende en sus experiencias sociales y profesionales, si la escuela y la universidad pierden progresivamente el monopolio de la creación y la transmisión del conocimiento, los sistemas de educación públicos pueden al menos darse la nueva misión de orientar los recorridos individuales en el saber y contribuir al reconocimiento del conjunto de los saberes adquiridos por las personas, incluidos los saberes no académicos… organizando la comunicación entre empresarios, individuos y recursos de aprendizaje de todo orden, las universidades del futuro contribuirían a la animación de una nueva economía del conocimiento.


El resultado final de todo este proceso deviene en la potenciación de la creatividad y de más aprendizajes personales y cooperativos. Pero la consecuencia más radical sería un cambio de horizonte intelectual y cultural: nuestras referencias mentales se articularían en una multitud de puntos de vista, desde la pluralidad de visiones sin estar sometidos a una mirada jerárquica de un ser superior y divino.

De todas maneras, hemos de tener en cuenta que en el ciberespacio no todo nos es accesible, sino que más bien hemos de entender que el Todo está definitivamente fuera de alcance. Lo cierto es que nos encontramos en otra atmósfera intelectual y cultural. Por eso mismo, conviene resaltar que el ideal movilizador de la informática no es ya la inteligencia artificial (hacer una máquina tan inteligente, incluso más inteligente que un hombre), sino, la inteligencia colectiva, a saber, la valorización, la utilización óptima y la puesta en sinergia de las competencias, de las imaginaciones y de las energías intelectuales, cualquiera que sea su diversidad cualitativa y en cualquier sitio que se sitúe. Este ideal de inteligencia colectiva pasa evidentemente por la puesta en común de la memoria, de la imaginación y de la experiencia, por una práctica… del intercambio de los conocimientos, por nuevas formas de organización y de coordinación flexibles en tiempo real…

El ciberespacio, interconexión de los ordenadores del planeta, tiende a convertirse en la infraestructura mayor de la producción, de la gestión y de las transacciones económicas. Constituirá pronto el principal equipamiento colectivo internacional de la memoria, del pensamiento y de la comunicación. En suma, dentro de algunas decenas de años, el ciberespacio, sus comunidades virtuales, sus reservas de imágenes, sus simulaciones interactivas y su irresistible abundancia de textos y de signos, será el mediador esencial de la inteligencia colectiva de la humanidad.

De este modo, llegamos a los conceptos clarificadores de ciberespacio y cibercultura:

  • el ciberespacio consiste en la interconexión de los ordenadores del planeta y,

  • la cibercultura es la conexión de las tecnologías digitales, el producto del quehacer del ordenador


El ciberespacio y la cibercultura se podrían nombrar como cultura digital o como cultura de la sociedad digital y ambas se refieren a sociedades que logran el estado de reversibilidad e interacción.

Para comprender todo esto, hemos de profundizar en la idea de lo virtual, la virtualización de la comunicación, en el mismo concepto de ciberespacio en referencia con los movimientos sociales y las mutaciones de la educación. Muy especialmente hemos de tener en cuenta el concepto de lo digital, como base y fundamento de todo lo nuevo que adviene.

Y así podemos observar que lo digital o la virtualización de la información, esto es, “la copresencia y la interacción de puntos”, en cualquier ámbito del espacio físico, social o informacional, está cada vez más presente en nuestra sociedad.

La palabra virtual procede del latín medieval virtualis, que a su vez deriva de virtus: fuerza, potencia. En la filosofía escolástica, lo virtual es aquello que existe en potencia pero no en acto. Lo virtual tiende a actualizarse, aunque no se concretiza de un modo efectivo o formal. El árbol está virtualmente presente en la semilla…

Hoy en día, un movimiento general de virtualización afecta no sólo a la información y a la comunicación, sino también a los cuerpos, al funcionamiento económico, a los marcos colectivos de la sensibilidad o al ejercicio de la inteligencia. La virtualización alcanza incluso a las formas de estar juntos, a formación del “nosotros”: comunidades virtuales, empresas virtuales, democracia virtual, etc. Si bien la digitalización de los mensajes y la extensión del ciberespacio juegan un papel capital en la mutación en curso, se trata de una marejada de fondo que desborda ampliamente la informatización...

La virtualización constituye la esencia o el punto preciso de la mutación.

Lo posible es idéntico a lo real; sólo le falta la existencia. La realización de un posible no es una creación, en el sentido estricto de este término, ya que la creación también implica la producción innovadora de una idea o de una forma. Por lo tanto, la diferencia entre real y posible es puramente lógica…

La virtualización puede definirse como el movimiento inverso a la actualización. Consiste en el paso de lo actual a lo virtual, en una elevación a la potencia de la entidad considerada. La virtualización no es una desrealización (la transformación de una realidad en un conjunto de posibles), sino una mutación de identidad, un desplazamiento del centro de gravedad ontológico del objeto considerado…

La multiplicación contemporánea de los espacios hace de nosotros un nuevo tipo de nómadas: en lugar de seguir líneas errantes y migratorias dentro de una extensión dada, saltamos de una red a otra, de un sistema de proximidad al siguiente. Los espacios se metamorfosean y bifurcan bajo nuestros pies, forzándonos a la heterogeneidad…

El proceso de virtualización se inscribe en la misma historia de la vida.

(Pierre Lévy, ¿Qué es lo virtual?, Editorial Paidós, Barcelona, 1998)

Para entender bien la naturaleza de los mundos virtuales, es indispensable volver sobre las propiedades características de las imágenes de síntesis que, de algún modo, constituyen la “materia prima” de lo virtual… Las imágenes de síntesis no son imágenes como las demás. Son esencialmente representaciones visibles de modelos conceptuales abstractos. Nos aportan la forma de explorar, de forma perceptible, estos universos conceptuales. Los mundos virtuales sólo acentúan esta concreción de los modelos abstractos, amplificando la gama sensorial a través de la cual se vuelven perceptibles y pueden ser explorados.

(Philippe Quéau, Lo virtual. Virtudes y vértigos, Editorial Paidós, Barcelona, 1995)

Por consiguiente, el término virtual puede entenderse al menos de tres maneras diferentes:

  • vinculado al estudio de la informática;

  • en un sentido común y corriente y

  • en el área filosófica.

En su sentido filosófico “es virtual lo que no existe más que en potencia y no en acto”. Bajo este aspecto lo virtual constituye una dimensión muy importante de la realidad. Es la nueva figura de la información. Ahora bien, la digitalización es el fundamento técnico de la virtualidad y, así mismo, su complementariedad. De este modo, vemos que lo virtual está más allá de la concreción efectiva o formal. Con todo, hemos de entender que “lo virtual no se opone a lo real, sino a lo actual”. Y así vemos que virtualidad y actualidad son dos estados rigurosamente posibles de la realidad. De este modo, una entidad desterritorializada es virtual al igual que la palabra. Lo virtual no dice nunca relación por sí misma con ningún momento concreto de expresividad, sino que está disponible para materializarse o a actualizarse en cualquier forma expresiva. Lo virtual, como estado real, no se puede fijar definitivamente en ninguna coordinación espacio-temporal. Y así, bajo este aspecto, es importante retener la siguiente tesis: “lo virtual es un manantial indefinido de actualizaciones”. Ahora bien, lo actual nunca está completamente determinado por lo virtual.

Y de esta manera podemos observar que la cibercultura está vinculada a lo virtual de dos maneras:

  • Directamente, por la digitalización de la información en razón de que la información está físicamente situada en alguna parte, en un soporte dado, pero está también virtualmente presente en cada punto de la red donde se la pedirá.

De este modo, “la información digital” siempre expresada en ceros y unos, “puede ser calificada de virtual en la medida que es inaccesible como tal al ser humano”. Lo único que conocemos es su actualización. Los códigos informáticos, de esta forma, son legibles para nosotros en tanto se nos muestran como textos legibles o “en imágenes visibles sobre pantalla o papel, en sonidos audibles en la atmósfera”. Y así “un mundo virtual… es potencial de imágenes”… Y en consecuencia, “esa dialéctica del potencial, del cálculo y de la exhibición contextual caracteriza la mayoría de los documentos o conjuntos de informaciones con soporte digital”.

  • Indirectamente, “el desarrollo de las redes digitales interactivas favorece otros movimientos de digitalización distintos…” Y de este modo, “el ciberespacio anima un estilo de relación casi independiente de los lugares geográficos — telecomunicaciones, telepresencia—, y de la coincidencia de los tiempos — comunicación asincrónica—”. Todo esto no es absolutamente nuevo. Ya ha habido experiencias anteriores muy similares. De todas formas, únicamente, “las particularidades técnicas del ciberespacio, permiten a los miembros de un grupo humano… coordinarse, cooperar, alimentar y consultar una memoria común, y esto casi en tiempo real”, a pesar de la distribución geográfica y las diferencias horarias.

Lo cual nos lleva al tema de la virtualización de las organizaciones, que cada vez son más independientes del espacio-tiempo. Y así “la extensión del ciberespacio acompaña y acelera una virtualización general de la economía y de la sociedad”. De este modo, venimos a situarnos no en los objetos mismos, sino en sus procesos y en consecuencia pasamos de la consideración de los territorios a las redes móviles. Y efectivamente, “de los procesos y de las redes, pasamos a las competencias y a los argumentos que las gobiernan, más virtuales aún. Los soportes de inteligencia colectiva del ciberespacio se multiplican y establecen sinergias entre las competencias”. Y de este modo,


ubicuidad de la información, documentos interactivos interconectados, telecomunicación recíproca y asincrónica de grupo y entre grupos: el carácter virtualizador y desterritorializador del ciberespacio hace de esto el vector de un universal abierto. Simétricamente, la extensión de un nuevo espacio universal dilata el campo de acción de los procesos de virtualización.

(Pierre Lévy, Cibercultura, La cultura de la sociedad digital, Anthropos Editorial y UAM, Barcelona-Iztapalapa, 2007)


En síntesis, ¿qué es, pues, lo digital? Sencillamente, “digitalizar una información consiste en traducirla a dígitos”. Así vemos que “cualquier tipo de información o de mensaje puede ser traducido digitalmente, a condición a que sea explicitable o mensurable”. ¿Cuáles son, entonces, las ventajas de la digitalización? Simplemente que “la razón principal es que la digitalización autoriza un tipo de tratamiento de las informaciones eficaz y complejo e imposible de alcanzar por otras vías”.

En resumen, un mundo virtual en el sentido débil es un universo de posibles calculables a partir de un modelo digital. Al interactuar con el mundo virtual, los usuarios lo exploran y lo actualizan a la vez. Cuando las interacciones tienen el poder de enriquecer o de modificar el modelo, el mundo virtual se convierte en un vector de inteligencia y de creación colectiva.

Ordenadores y redes de ordenadores aparecen entonces como la infraestructura física del nuevo universo informacional de la virtualidad. Cuanto más se extienden, cuanto más aumenta su potencia de cálculo, su capacidad de memoria y de transmisión, más se multiplican los mundos virtuales en cantidad y se desarrollan en variedad.

El último aspecto que quisiéramos considerar, brevemente, es el tema de las mutaciones de la educación y la nueva economía del saber. Partimos de un hecho importante y que justifica ahora el tema planteado. Me refiero a la nueva relación con el saber y a la interconexión con la inteligencia colectiva.

Lo nuevo de todo ello es la desaparición del principio de autoridad, ya que aquí se formulan múltiples puntos de vista sin la sujeción moral a un orden divino y superior. En este ámbito, en verdad, está naciendo otra cultura. Ahora bien, “la emergencia del ciberespacio” no facilita todas las cosas, sino que es imposible alcanzar un absoluto.

Hoy, el saber ya no es algo abstracto y trascendente, sino que expresa el contenido experto de una población. Ciertamente que en el ciberespacio puede darse algún desorden, al menos inicialmente, debido a “la interconexión en tiempo real de todos con todos”. Pero hay otros valores que aparecen y compensan esta dificultad.


  1. Por una pedagogía del ser inédito

Los grandes cambios, que las nuevas tecnologías de la digitalización plantean al sistema educativo vigente, son sumamente importantes. Ante todo hemos de tener en cuenta la posibilidad de un aprendizaje abierto y a distancia, así como el aprendizaje personalizado y cooperativo y, de igual modo, la función diferente del docente.
Los sistemas educativos están hoy en día sometidos a nuevas presiones de cantidad, de diversidad y de velocidad de evolución de los saberes. En un plano puramente cuantitativo, la demanda de formación no ha sido nunca tan masiva. A partir de ahora, en numerosos países, la mayoría de personas de un grupo de edad sigue una enseñanza secundaria. Las universidades desbordan. Los dispositivos de formación profesional y continua están saturados. Alrededor de la mitad de la sociedad está, o quisiera estar, en la escuela.
No se podrá aumentar el número de enseñantes proporcionalmente a la demanda de formación que es, en todos los países del mundo, cada vez más diversa y masiva. La cuestión del coste de la enseñanza se presenta principalmente en los países pobres. Habrá que decidirse a encontrar soluciones que apelen a técnicas capaces de multiplicar el esfuerzo pedagógico de los profesores y de los formadores…
Tanto en el plano de las infraestructuras materiales como de los costes de funcionamiento, las escuelas y universidades virtuales son menos caras que las escuelas y las universidades que proporcionan una enseñanza presencial.
La demanda de formación no conoce solamente un enorme crecimiento cuantitativo, también sufre una profunda mutación cualitativa en el sentido de una necesidad creciente de diversificación y de personalización. Los individuos soportan cada vez menos seguir cursos uniformes o rígidos que no corresponden a sus necesidades reales y a la especificidad de su trayecto de vida. Una respuesta al crecimiento de la demanda por una simple masificación de la oferta sería una respuesta industrialista a la antigua, inadaptada a la flexibilidad y a la diversidad que se requieren en el futuro.

(Pierre Lévy, Cibercultura, La cultura de la sociedad digital, Anthropos Editorial y UAM, Barcelona-Iztapalapa, 2007)


Resultado de todo ello es que emerge progresivamente un nuevo paradigma que nos abre un nuevo instrumento de información y aprendizaje: la navegación.

El punto esencial es aquí el cambio cualitativo en el proceso de aprendizaje. No se busca tanto transferir cursos clásicos en formatos hipermedia interactivos o abolir la distancia como poner en obra nuevos paradigmas de adquisición de conocimientos y de constitución de saberes. La dirección más prometedora, que traduce por otra parte la perspectiva de la inteligencia colectiva en el campo educativo, es la del aprendizaje cooperativo…

El docente se convierte en animador de la inteligencia colectiva de los grupos que tienen a su cargo. Su actividad se centrará en el acompañamiento y la gestión de los aprendizajes: la incitación al intercambio de saberes, la mediación racional y simbólica, el pilotaje personalizado de los recorridos de aprendizaje…

Las reflexiones y las prácticas sobre la incidencia de nuevas tecnologías en educación se han desarrollado según ejes diversos…

El uso creciente de las tecnologías digitales y de las redes de comunicación interactiva acompaña y amplifica una profunda mutación de la relación con el saber…

Al prolongar ciertas capacidades competitivas humanas (memoria, imaginación, percepción), las tecnologías intelectuales de soporte digital redefinen su alcance, su significación y, a veces, incluso su naturaleza. Las nuevas posibilidades de creación colectiva distribuida, de aprendizaje cooperativo y de colaboración en red ofrecidas por el ciberespacio vuelven a plantear la cuestión del funcionamiento de las instituciones y de los modos habituales de división del trabajo tanto en las empresas como en las escuelas.

¿Cómo mantener las prácticas pedagógicas de acuerdo con estos nuevos procesos de transacción de conocimiento? Aquí no se trata de utilizar a todo precio las tecnologías sino de acompañar consciente y deliberadamente un cambio de civilización que vuelve a cuestionar profundamente las formas institucionales, las mentalidades y la cultura de los sistemas educativos tradicionales y, sobre todo, los roles del profesor y del alumno.

La gran apuesta de la cibercultura, tanto en el plano de la bajada de los costes como del acceso de todos a la educación, no está tanto en el paso de lo presencial a lo a distancia ni de lo escrito y oral tradicional a lo multimedia. Es la transición entre la educación de una formación estrictamente institucionalizada (la escuela, la universidad) a una situación de intercambio generalizado de los saberes, de enseñanza de la sociedad por ella misma, de reconocimiento autodirigido, móvil y contextual de las competencias. En este marco, el rol de los poderes públicos debería ser:

  • Garantizar a cada uno una formación elemental de calidad;

  • permitir a todos un acceso abierto y gratuito a mediatecas, a centros de orientación, de documentación y de autoformación, a puntos de entrada en el ciberespacio, sin descuidar la indispensable mediación humana del acceso al conocimiento;

  • regular y animar una nueva economía del conocimiento en la cual cada individuo, cada grupo, cada organización, serán consideradas como recursos de aprendizaje potenciales al servicio de recorridos de formación continuos y personalizados.

(Pierre Lévy, Cibercultura, La cultura de la sociedad digital, Anthropos Editorial y UAM, Barcelona-Iztapalapa, 2007)


Consecuencia de todo ello es que “a la virtualización de las organizaciones y de las empresas en red corresponderá pronto una virtualización de la relación con el conocimiento”. Lo cual requiere el reconocimiento de las adquisiciones y logros tanto en el área del aprendizaje como en el ámbito de las habilidades cognitivas. Y así, en paralelo a los diplomas, hay que imaginar modos de reconocimiento de saberes que puedan presentarse de forma visible sobre la red de la oferta de competencias y prestarse a un pilotaje dinámico retroactivo de la oferta por la demanda. La comunicación por el ciberespacio puede ser, a tal efecto, de gran ayuda.

Un instrumento de gran utilidad y muy práctico es la herramienta que muchos llaman los árboles del conocimiento.

Aprendizajes permanentes y personalizados para navegación, orientación de los estudiantes en un espacio de saberes fluctuante y destotalizado, aprendizajes cooperativos, inteligencia colectiva en el seno de comunidades virtuales, desreglamentación parcial de los modos de reconocimiento de los saberes, gestión dinámica de las competencias en tiempo real… estos procesos ponen en marcha la nueva relación con el saber…

Los árboles de conocimientos son un método informatizado para la gestión global de las competencias en los centros de enseñanza, las empresas, las organizaciones de empleo locales, las colectividades locales y las asociaciones…

Gracias a este enfoque, cada miembro de una comunidad puede hacer reconocer la diversidad de sus competencias, incluso aquellas que no son validadas por los sistemas escolares y universitarios clásicos. Creciendo a partir de autodescripciones de los individuos, un árbol de conocimientos hace visible la multiplicidad organizada de las competencias disponibles en una comunidad. Se trata de un mapa dinámico, consultable en pantalla, que posee efectivamente el aspecto de un árbol, y cada comunidad hace crecer un árbol de una forma diferente.

(Pierre Lévy, Cibercultura, La cultura de la sociedad digital, Anthropos Editorial y UAM, Barcelona-Iztapalapa, 2007)

Hemos de tener en cuenta que todo este proceso innovador y creativo alcanza ya a los movimientos sociales convirtiéndose en una herramienta crítica y en la creación de amplias redes de comunicación social.

Puede parecer extraño hablar de movimiento social a propósito de un fenómeno habitualmente considerado como técnico…La emergencia del ciberespacio es el fruto de un verdadero movimiento social, con su grupo líder (la juventud metropolitana educada), sus palabras clave (interconexión, creación de comunidades virtuales, inteligencia colectiva) y sus aspiraciones coherentes.

(Pierre Lévy, Cibercultura, La cultura de la sociedad digital, Anthropos Editorial y UAM, Barcelona-Iztapalapa, 2007)


Conclusiones


  1. No existe otra forma de construir la propia subjetividad más que a partir de la experiencia concreta de cada uno. El otro surge a partir de su propia experiencia y la digitalización le abre un camino eficaz para su dialogicidad con la otredad.


  1. El ser inédito únicamente puede lograr su forma propia, original y específica si le es posible encontrar canales de expresión y comunicación en su entorno social. No le sirven las acciones que el medio social pueda dirigir desde el exterior hacia él. Sólo le sirve su propia acción, efecto de su proyecto de vida.


  1. El mundo y la cultura digital carecen todavía de un contexto sociocultural efectivo. Por eso es tan fácil manipular su potencia y ocultar el sentido profundo de su novedad y originalidad en el ámbito del proceso histórico y evolutivo. Hay que insistir de forma radical en la calidad de la tecnología digital, en su diferencia y diversidad así como en su proyecto de absoluta novedad, anuncio de otra cultura y de otra posible comunicación con la otredad cotidiana.


  1. El tiempo que la vida nos guarda como un inmenso don tiene como auténtico significado llevar a cabo la tarea y el proyecto de todo lo que significa el encuentro con el otro. Lo cual requiere limpiarnos de las cegueras, los signos sociales y los obstáculos ideológicos que conforman nuestra espera de valores seguros y definitivos. Sin embargo, el silencio nos llama a lo provisional, fluyente e inestable y probable e incierto.

  2. La indeterminación del espíritu es la esencia del vivir humano y de su proceso evolutivo.

  3. No estamos sometidos a un destino sino al dinamismo y fuerza de la libertad.



Ángel Nogueira Dobarro

Bogotá, 22 de junio de 2015



Bibliografía

Lévy, Pierre, Cibercultura, La cultura de la sociedad digital, Anthropos Editorial y UAM, Barcelona-Iztapalapa, 2007.

___, ¿Qué es lo virtual? Editorial Paidós, Barcelona, 1999.

Quéau, Philippe, Lo virtual. Virtudes y vértigos, Editorial Paidós, Barcelona, 1995.

Rueda Ortiz, Rocío, Para una pedagogía del hipertexto. Una teoría entre la deconstrucción y la complejidad, Anthropos Editorial, Barcelona, 2007.




1 Para la elaboración de este texto tomé como punto de partida las palabras que pronuncié en la introducción a la sesión de Nascencia “Dialogando con los libros” llevada a cabo en la Librería Lerner, Sede Norte, el 27 de marzo de 2008, titulada “La cultura digital, desafío y proyecto de una novedad antropológica, educativa y formativa”. [AND].

Comentaris