Revolución antropológica

Resulta difícil dudar de que hoy estamos sufriendo unas "grandes transformaciones". Piénsese, por ejemplo, en los cambios que se deben abordar a la vista de la pobreza mundial, de la problemática ecológica y de la configuración de la paz en un mundo cada vez más globalizado.
Si no queremos hacer valer estas exigencias a espaldas de los más pobres y desvalidos, se impone un cambio profundo en nosotros mismos, un vuelco en todo nuestro mundo de necesidades. En cierta ocasión yo llamé esto con el nombre de "revolución antropológica", una nueva formación de la identidad social que no esté simplemente  garantizada por los patrones de identidad burguesa al uso.
Esta revolución antropológica no tiene parangón en la historia de las revoluciones modernas. La podríamos denominar como el proceso de formación de una nueva índole de sujeto. Pero esto podría a su vez inducir a error. En cualquier caso, se trata de un proceso liberador. Así, la teología que aspire a este proceso liberador sería esa "teología de la liberación", que aquí, en este país nos es exigida para que tengamos en cuenta la necesaria lucha por un mundo "en pie de igualdad".
Este proceso liberador de la revolución antropológica es, tanto en sus contenidos como en el sentido de su dirección, distinto de las ideas al uso acerca de las revoluciones sociales. Esta revolución antropológica consiste en una liberación no de la pobreza y la miseria sino de una riqueza y un bienestar cada vez más superfluos; se trata de una liberación no de nuestras carencias sino de nuestro consumo, en el que acabamos consumiéndonos a nosotros mismos; se trata de una liberación no de nuestra situación de oprimidos sino de la praxis inmutada de nuestros deseos; se trata de una liberación no de nuestra impotencia sino de nuestra particular prepotencia; se trata de una liberación no de nuestra situación de seres dominados sino de nuestra apatía; se trata en fin no de una liberación de nuestra culpa sino de nuestra inocencia o, mejor, de esa ilusión de inocencia que amenaza con convertirse en el fundamento de nuestra conciencia cotidiana.
La orientación de esta revolución antropológica contradice asimismo las habituales ideas al respecto. Karl Marx describió en su día las revoluciones como las locomotoras de la historia universal. Walter Benjamin comentó, desde un punto de vista crítico y reflexivo, lo siguiente: "Tal vez sea completamente distinto. Tal vez las revoluciones sean el accionamiento del freno de emergencia por parte del género humano que viaja en estos trenes". Una revolución, por tanto no como historia del progreso que se acelera de manera dramática, no como optimismo por un desarrollo belicosamente aguzado; una revolución, antes bien, como punto de arranque contra la postura de que "las cosas sigan como están", una revolución como... interrupción. Tal sería la orientación o dirección a tomar por la revolución antropológica.

[Johann Baptist Metz, Por una mística de ojos abiertos, Barcelona, Herder, 2013, pp. 120-121]

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